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Limpiamos la leche de grasa, piel y coágulos de sangre, bajo un chorro de agua fría. Luego los ponemos en un bol con agua fría durante aproximadamente una hora, luego los escurrimos y los secamos sobre toallas de papel. Es importante cambiar periódicamente el agua en la que los lavamos, ¡hasta que se aclare!
Cuando estén secos, los enrollamos en harina de trigo y luego los freímos por ambos lados en el aceite precalentado, hasta que estén dorados uniformemente. Retire la leche en una toalla de papel para eliminar el exceso de aceite.
Serví leche con cebolleta y unos tomates cherry en la nevera, sazonados con sal y pimienta, al gusto y por supuesto con zumo de limón. Pero también puedes servirlo con salsa de ajo, junto con tu guarnición favorita.
¡Buen apetito!